Capítulo 495: Delirio (3)

Maldita reencarnación (Novela)

Capítulo 495: Delirio (3)


Mientras Noir bajaba la cabeza, seguía pensando.


Pensaba en los recuerdos que habían resurgido de repente y en las emociones que los habían acompañado. En aquellos nombres de antaño que no consideraba especiales para ella y que ni siquiera merecían ser recordados.


En cuanto a los que sí consideraba especiales…


La Bruja del Crepúsculo.


La Santa del Dios de la Guerra.


Y el nombre que él personalmente le había dado: Aria.


En todos los cientos de años que llevaba viva, Noir nunca había estado tan perpleja como ahora. Para Noir, lo único que debía influir en su juicio y sus acciones era ella misma. Así era como Noir había vivido su vida hasta ese momento.


Incluso experimentando alegría, ira, tristeza y todo ese tipo de emociones, todos los juicios, preocupaciones y elecciones de Noir se decidían en última instancia por la fuerza de su propia voluntad.


Lo mismo ocurría con su decisión de cuándo matar a Hamel.


Noir había pasado mucho tiempo reflexionando sobre sus complejos y sinceros sentimientos hacia Hamel. Había puesto todos sus deseos en una balanza, sopesando su amor y afecto por Hamel y la intensa intención asesina que él dirigiría hacia ella frente a la sensación de pérdida, arrepentimiento, pena y dolor que tendría que experimentar durante el resto de su larga vida si lo mataba. También contempló la plenitud y la satisfacción que podría sentir si fuera ella quien muriera…


Noir había tenido todo eso en cuenta y había tomado su decisión. Nadie la había obligado a tomar esa decisión.


Pero ahora…


Ahora, las cosas ya no estaban bajo su control. La Noir actual era como un vaso de agua con demasiadas impurezas extrañas mezcladas. Ese estado era muy desagradable en sí mismo, y odiaba especialmente que la afectaran recuerdos y emociones que ni siquiera eran suyas.


Por eso no había querido revelárselo hoy a Eugene. Era porque no podía estar segura de si alguna de las acciones que tomó hoy eran enteramente suyas, algo que Noir Giabella haría.


Pensó que necesitaba algo de tiempo. Sintió el impulso de salir corriendo. Si Gavid Lindman no hubiera atacado repentinamente a Eugene, Noir no habría sentido la necesidad de descender a tierra y, en su lugar, habría regresado a su feudo inmediatamente, o bien se habría quedado quieta dentro de su Cara Giabella.


“Pero ya es demasiado tarde.” pensó Noir con pesar.


En cuanto oyó el nombre de Aria, todos los recuerdos y emociones resurgieron con demasiada intensidad. Las acciones que siguieron, por mucho que lo pensara, no habían sido como ella misma. Mientras se reprendía a sí misma por este hecho, Noir seguía pensando.


Incluso en un momento así, Noir sintió algo de arrepentimiento.


Estaban encerrados en un beso ligero, en el que sólo se tocaban los labios. Ambos habían dejado de respirar y ninguno había cerrado los ojos. Se miraban fijamente a los ojos, inconfundiblemente abiertos.


Era diferente de lo que ella había imaginado.


Si Hamel y ella llegaban a besarse, Noir siempre había soñado con ligeras exploraciones del cuerpo del otro, seguidas de una noche de besos apasionados; pero por mucho que hubiera fantaseado con ello, nunca había imaginado que llegaría a acostarse en la cama con su Hamel.


Por eso, Noir también había imaginado un beso diferente. Uno que tendría lugar en el momento en que uno de ellos finalmente le entregara el final del otro. Tanto si Noir moría a manos de Hamel como si Hamel moría a manos de Noir. Después de que ambos se hubieran empapado de sangre, mientras sus respiraciones se volvían superficiales, y su visión se oscurecía…


Se pondrían los anillos.


Intercambiarían algunos susurros.


Luego, terminarían con un último beso.


— Si tienes algún último deseo, lo escucharé.


— Es diferente. — murmuró Noir mientras sus labios se retiraban lentamente del punto de contacto.


Noir rió mientras presionaba su frente contra la de Eugene. Eugene miró fijamente a Noir a los ojos sin decir nada.


Después de unos momentos, Eugene finalmente preguntó, — ¿Qué es diferente? —


Noir le devolvió la pregunta, — Ya sabes la respuesta, así que ¿por qué preguntas? —


Eugene cambió de tema, — En realidad sospechaba que ya habías recordado el pasado. —


Noir estalló en carcajadas, — Ajajaja… —


Ella sabía de lo que hablaba: los anillos que les había comprado para que se los pusieran en el dedo anular.


¿Por qué había pensado de repente en los anillos? Y en lugar de unos con joyas de lujo, ¿por qué quería unos anillos tan ordinarios, casi rudimentarios? ¿Por qué, en aquel momento, había llorado en aquella calle iluminada por el amanecer mientras miraba la espalda de Hamel?


— Hamel. — dijo Noir con una leve sonrisa. — Cuando nuestros labios se tocaron hace un momento, lo supe con certeza. Yo... no soy Aria. No quiero ser Aria. Yo... sólo soy Noir Giabella. —


— ... — Eugene escuchó en silencio.


— Y tú, sé que también sientes lo mismo. Si tuviera que decir por qué... — las manos de Noir volvieron a acariciar las mejillas de Eugene. Sus dedos recorrieron su mandíbula y luego subieron hasta los labios de Eugene mientras continuaba hablando, — Es porque sus labios eran mucho más ásperos. Desprendían olor a sangre... y había... afecto. —


— Eso suena acertado. — estuvo de acuerdo Eugene mientras sus labios se torcían en una sonrisa burlona. — Porque él era Agaroth. Igual que tú no eres Aria, yo tampoco soy Agaroth. —


— Sin embargo, tengo los recuerdos y las emociones de Aria. — señaló Noir.


— Lo mismo digo. — asintió Eugene.


— Hamel. — susurró Noir de repente.


El rostro de Eugene se reflejó en sus grandes y redondos ojos.


— Esos recuerdos y emociones que no nos pertenecen, ¿permitiremos que nos cambien? — preguntó Noir en voz baja.


— No. — Eugene negó esa opción en voz baja. — Como yo soy yo, y tú eres tú, no cambiaremos. No podemos cambiar. —


— Ja. — Noir dejó escapar una carcajada. — Qué gran respuesta. —


Noir también pensaba lo mismo. Aunque esos recuerdos y emociones que no le pertenecían siguieran atormentándola, no se dejaría vencer por ese delirio. Si tenía que dar una razón, era porque su propia identidad como Noir Giabella -la Reina de los Demonios Nocturnos, Duquesa de Helmuth, Señora de Dreamea y Ciudad Giabella- era más fuerte que la de la Bruja del Crepúsculo, la Santa del Dios de la Guerra e incluso que la de Aria.


Noir lo había confirmado con su beso. No sólo era diferente de su imaginación, sino que también era diferente del hombre que ella recordaba.


— Lo que quiero sigue siendo lo mismo. — le informó Noir a Eugene mientras su rostro se separaba lentamente de él. — ¿Recuerdas lo que hablamos en el bar en ese entonces? Sigo queriendo experimentar esos sentimientos... culpa, pérdida, arrepentimiento y todas esas otras emociones. Quiero morir a manos de alguien que me odie de verdad. Aún espero que ese seas tú. No te odio, pero quiero que me ames tanto como me odias. —


Esta era la forma correcta de actuar.


Mientras agarraba el anillo de su collar, Noir dijo, — El amor que siento por ti debe terminar con la muerte de uno de los dos. —


Noir sintió una vez más que esa era la elección correcta. Reprimió la vacilante sensación que se extendía en lo más profundo de su corazón. No se dejaría vencer por este delirio. Sin embargo, ¿no era inevitable que hubiera al menos un poco de vacilación en su corazón?


Aunque su cara se había alejado de la de él, Noir aún no había levantado su cuerpo de Eugene. Seguía sentada encima de él, con una sonrisa triste en el rostro.


— Pero odio esto. — admitió Noir.


— ¿Qué es lo que odias? — preguntó Eugene.


— Cuando te mate, quiero sentir algo de duda. — confesó Noir con nostalgia. — Después de dudar una y otra vez, quiero finalmente quitarte la vida y luego sentir una sensación de pérdida y arrepentimiento por el resto de mi vida. También espero que tú hagas lo mismo por mí. Después de dudar durante un largo tiempo, espero que finalmente me mates... entonces quiero que recuerdes que alguien como yo existió por el resto de tu vida. —


— ... — Eugene se mordió la lengua.


Noir suspiró, — Sin embargo, ahora puede que eso ya no sea posible. ¿El arrepentimiento y la sensación de pérdida que sentiré después de matarte me pertenecerán de verdad? ¿Y tú? ¿Lamentarás la pérdida de Noir Giabella? ¿O quizá sólo lamentes la pérdida de Aria? —


— No hay necesidad de que te preocupes por algo así. — le dijo Eugene.


No era capaz de mover su cuerpo con facilidad, pero Eugene aun así se obligó a mirarla directamente a los ojos.


— Porque no hay manera de que seas capaz de matarme. — dijo Eugene con firmeza. — Tú eres la que va a morir. Como tal, tus preocupaciones no servirán de nada en absoluto. —


— Ajajaja... — rió Noir mientras sacudía la cabeza. — En ese caso, ¿qué pasa si sobrevives? Una vez que me mates, ¿qué emociones sentirás? —


— Las mías. — respondió Eugene.


— Qué respuesta tan clara. — comentó Noir con una sonrisa.


— No importa que haya tenido una lejana vida pasada como alguien llamado Agaroth. Voy a matarte y eso será todo. ¿Y qué sentiré después de matarte? Eso es algo en lo que pensaré. — descartó Eugene encogiéndose de hombros.


Noir enarcó una ceja, — ¿No estás tratando de evadir el tema? —


— No voy a obsesionarme con una fantasía. — dijo Eugene mientras miraba a Noir. — Así que tú también deberías despertar de tus sueños. —


Noir no respondió a eso y se limitó a mirar fijamente a Eugene a los ojos.


Eugene continuó, — Yo soy sólo yo y tú eres sólo tú. ¿Y esos recuerdos de nuestras vidas pasadas? ¿Esas emociones? Lo siento, pero para mí, el presente es más importante que cualquier otra cosa. Eso significa que el yo actual es más importante que quien pude haber sido alguna vez. —


Cuando terminó de hablar, Eugene respiró hondo.


Luego, aun mirando directamente a los ojos de Noir, Eugene dijo, — ¿Recuerdas tu promesa? —


— ...La recuerdo. — admitió Noir tras una breve pausa. — Prometí responder tres preguntas que pudieras tener. —


— Usaré mi última pregunta aquí. — declaró Eugene. — Noir Giabella, ¿qué quieres hacerme? —


De vuelta en Parque Giabella, había utilizado dos preguntas y recibido sus respuestas. Aunque Eugene había guardado la última pregunta por si podía resultar útil más adelante, decidió que ahora era el momento de usarla.


Porque pensó que necesitaba dejar las cosas claras entre ellos, aquí y ahora.


— Realmente eres cruel. — murmuró Noir suavemente. — También eres demasiado amable para tu propio bien. —


— ¿Qué clase de mierda es esa? — se burló Eugene.


— Podrías haberte aprovechado de mi debilidad actual. — señaló Noir riéndose, y luego negó con la cabeza. — Tienes razón, Hamel. Como Reina de los Demonios Nocturnos, yo... fufu, pensar que me perdería en un sueño como éste. —


Sus posiciones se habían invertido. Cuando caminaron juntos en Parque Giabella por la noche, Noir se había dado cuenta de que Hamel era el que vacilaba.


En aquel momento, Hamel le había parecido extraño. Ni siquiera intentó fingir que no pasaba nada. Desde el momento en que se encontraron delante de Parque Giabella, Hamel parecía agitado. Aún recordaba vívidamente el aspecto que tenía entonces.


Eugene había accedido fácilmente a montar juntos en la Cara Giabella, y habían volado por el cielo. Luego, más tarde, habían participado en la animada y hermosa vida nocturna de su ciudad. En aquel momento, Noir había pensado que la razón por la que Hamel vacilaba era la brecha entre la era actual y su pasado.


La brecha entre la Noir Giabella de hace trescientos años y la Noir Giabella de hoy.


Ella había pensado que tal vacilación era adorable. No sabía qué había visto para provocar ese malentendido que tanto le afligía, pero su vacilación... Noir había pensado que la presencia de esos sentimientos dentro de Hamel sólo añadiría más dulzura a los hermosos arreglos que Noir había hecho para sus últimos momentos juntos.


— La razón por la que siento tanta tristeza y pena... — comenzó Noir.


No estaba tan equivocada al adivinar que la vacilación de Eugene se debía a una brecha entre el presente y el pasado. Sin embargo, la brecha que Hamel había sentido era entre el presente y sus muy distantes vidas pasadas.


— ...es que mi amor por ti se ha contaminado con el amor de otra persona. — dijo Noir con pesar.


Las manos de Noir se movieron. En lugar de seguir acariciando la cara de Eugene, rodeó suavemente sus hombros con los brazos. Usando ese agarre, Noir abrazó a Eugene y tiró de él hasta sentarlo.


— Gracias Hamel. — los labios de Noir se acercaron al oído de Eugene mientras le susurraba. Con sus tonos suaves y su aliento dulcemente perfumado, la voz de Noir Giabella cosquilleó el oído de Eugene mientras decía, — Gracias a que has dicho esas cosas, yo... incluso con estos recuerdos pasados de alguien que no soy yo, siento que aún podré disfrutar de lo que tenemos juntos. —


— Aparte de convertirnos en enemigos, ¿no hay otra manera?


Ahora entendía la razón por la que Hamel había preguntado tal cosa.


— Permíteme responder a tu pregunta. — dijo Noir con una sonrisa.


En ese momento, Hamel estaba hablando con Noir Giabella, no con la Bruja del Crepúsculo, que era la que le causaba tal vacilación. Al igual que Noir había confirmado la verdad de la identidad del otro y la verdad de sus propios sentimientos a través de su beso, Hamel también había necesitado una confirmación.


— No hay otra manera.


En aquel momento, Noir había dado esa respuesta sin vacilar. Con esa respuesta, Hamel se había decidido. Ahora, al responder a su última pregunta, Noir se había preparado por completo para dar una respuesta que realmente transmitiera su propia voluntad.


— Sigo queriendo matarte. — dijo Noir con firmeza.


Sus posiciones habían cambiado, pero su respuesta seguía siendo la misma.


— En cuanto al hecho de que yo fuera la Bruja del Crepúsculo, Aria, y la Santa del Dios de la Guerra... — Noir esbozó una leve sonrisa mientras reforzaba suavemente su abrazo al cuerpo de Eugene. — Y el hecho de que fueras el Dios de la Guerra, Agaroth, y luego Hamel… —


Cuanto más hablaba, más sentía que se reafirmaba su verdadera identidad. Sentía como si cada palabra añadiera peso a su existencia, haciendo que su identidad propia se volviera más pesada y sólida.


— Después de darnos cuenta de estos hechos, nos hemos sentido angustiados por estas verdades que no queríamos saber, confundidos por las identidades de los demás, así como por la nuestra propia, y hemos sentido una mezcla de amor y odio al vernos sacudidos por recuerdos y emociones que no eran los nuestros… Sin embargo, mientras no renunciemos a nuestra intención asesina hacia el otro y hagamos todo lo posible por destruirnos mutuamente, entonces, en el último momento, si fuéramos a dudar. — suspiró Noir mientras levantaba la cabeza de su hombro.


Cambiando de posición, Noir miró directamente a los ojos de Eugene mientras decía, — Ese momento será tan dulce y tan mortal como el mejor veneno. Puedes estar seguro de esto, Hamel. Si te mato, cualquier sentimiento de arrepentimiento, pérdida y pena que pueda haber imaginado sentir de antemano palidecerá en comparación con la realidad. Tal vez, sólo tal vez, podría incluso quedar tan destrozada que nunca pueda volver a recuperarme. —


— ... — Eugene se mordió la lengua.


— ¿Será ese también tu caso? — le preguntó Noir.


Eugene seguía sin responder. Esto se debía a que sentía que era demasiado pronto para estar seguro de una respuesta a esa pregunta. ¿Qué tipo de emociones sentiría en el final del que hablaba Noir?


Noir continuó mirando fijamente al silencioso Eugene. Tenía una expresión estoica en el rostro y una mirada tranquila en los ojos. Sin embargo, al mantener la mirada fija, finalmente comenzó a ver algunos rastros de vacilación en el fondo de sus ojos. Finalmente, Noir estalló en carcajadas una vez más.


— Así es como va a ser. — dijo Noir, con una sonrisa cada vez más profunda mientras se levantaba.


A diferencia de la primera vez que se le acercó lentamente para besarlo, Noir agarró a Eugene por el cuello y lo besó forzosamente. Al chocar sus labios, la lengua de Noir se enredó con la de Eugene.


El momento de su beso fue afortunadamente breve. Pero esos pocos segundos que Noir había reclamado fueron suficientes para desestabilizar por completo a Eugene. Lejos de ser dulce, romántico o tierno, su beso era feroz y bestial. Antes de que sus labios se separaran por completo, los dientes de Noir mordieron ligeramente el labio inferior de Eugene.


— Me aseguraré de que así sea. — prometió Noir con firmeza. — Después de todo, resulta que soy mucho más atractiva que esa vieja de nuestros recuerdos. —


— ...Tú... loca... — murmuró Eugene sin palabras.


La sangre manaba de la mordida en su labio ligeramente hinchado. Noir estiró la lengua y lamió esa sangre, luego aplastó los labios de Eugene en otro beso. A Eugene aún le resultaba imposible oponer resistencia. Su lengua empapada de sangre corrió salvaje dentro de su boca. Eugene mordió su lengua cuando se enredó con la suya un par de veces, pero fue una protesta sin sentido. El sabor de la sangre pronto se extendió por toda su boca.


Su beso duró unos segundos más. Cuando se separaron, la saliva mezclada con sangre se extendió en un hilo entre los labios de Eugene y Noir.


— Será diferente al torpe beso de esa mujer. — amenazó Noir mientras sus labios húmedos se entreabrían en una amplia sonrisa.


Antes de que Eugene pudiera maldecir, Noir se bajó de él.


¡Fwooosh!


Sus alas desplegadas se volvieron a plegar. La luz volvió a adentrarse en la oscuridad que antes los aislaba a los dos.


— Hamel. — susurró Noir. — Sigo odiando el amanecer. —


Odiaba que la despertaran por la mañana.


Eugene la había oído decir estas palabras durante aquel amanecer en Parque Giabella.


Cuando Noir terminó de decir lo mismo que entonces, sus labios ensangrentados se separaron en una amplia sonrisa. Se rió y dijo, — Pero ahora siento que también odio el crepúsculo. —


Un nuevo deseo se había formado en su interior.


— Sólo me gustan las noches en las que puedo seguir soñando para siempre. — Al decir estas palabras, Noir parecía realmente la Reina de los Demonios Nocturnos. Dándose la vuelta, Noir dijo por encima del hombro, — Bueno, adiós, Hamel. —


A diferencia del amanecer de entonces, esta vez, no había lágrimas fluyendo de los ojos de Noir.

Capítulo 495: Delirio (3)

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