Capítulo 477: Hauria (12)

Maldita reencarnación (Novela)

Capítulo 477: Hauria (12)


En cuanto a quién rechinaba los dientes de esa manera, no había mucha gente en este mundo que disfrutara con el sonido del rechinar de dientes. Al menos en este aspecto, Amelia era bastante normal. Eso significaba que, como la mayoría de la gente, odiaba ese sonido.


Amelia había hecho todo lo posible por corregir el mal hábito de esa persona. Como no paraba de rechinar los dientes, Amelia tuvo que amordazarla. Luego, cuando incluso acabó masticando la mordaza de goma en pedazos, Amelia le dio una paliza. Sin embargo, al final, Amelia no consiguió corregir el mal hábito de esa persona.


Una figura miró silenciosamente a Amelia.


Era Hemoria, el perro de Amelia.


Amelia trataba a Hemoria como a su perro de compañía. La llevaba con correa al patio y la sacaba a pasear de vez en cuando. Amelia también tuvo que enseñarle a Hemoria a enterrar sus propios excrementos después de hacer sus necesidades fuera.


Si Hemoria no obedecía sus órdenes, Amelia le pegaba. Pero Amelia no sólo le pegaba cuando ésta era desobediente. Siempre que Amelia estaba de mal humor, le daba una paliza a Hemoria sin inventar ninguna justificación.


Amelia no sólo utilizaba la violencia para entrenar a Hemoria. Siempre que estaba de buen humor, ponía a Hemoria boca arriba a la fuerza, le rascaba la barriga o le daba palmaditas en la cabeza. También había muchas otras formas en las que Amelia la había mimado como a una linda mascota.


Pero ahora…


Amelia también tenía un sentido bastante bueno de la objetividad cuando se trataba de cosas como las relaciones. Esa era una de las razones por las que siempre se había asegurado de tratar al espectro con mucho cuidado. También era la razón por la que no podía aceptar que el espectro pareciera haberla traicionado.


Sin embargo, Hemoria era otra cosa. Amelia siempre había pensado que, si alguien iba a traicionarla, sería Hemoria.


Por eso, le había puesto fuertes grilletes a Hemoria y se había asegurado de vigilar todos sus movimientos. Si no le ponían esos grilletes, Amelia estaba segura de que ese perro la traicionaría pasara lo que pasara.


Sus predicciones no eran incorrectas. Hermoria había traicionado a Amelia. Tras recibir órdenes de espiar a la Sabia Sienna, Hemoria se atrevió a cambiar de bando y vender información sobre Amelia.


Esa zorra que no sabía cuál era su lugar había traicionado a Amelia. Ese era un crimen que merecía la muerte, pero Amelia no había sido capaz de dictar tal sentencia. Esto se debía a que el espectro se había adueñado de Hemoria.


Pero ¿por qué había tomado a Hemoria bajo su protección? ¿Era un sentimiento de parentesco por haber sido tratada una vez como mascota? ¿O tal vez sentía algún tipo de simpatía por esa estúpida perra?


A decir verdad, el espectro no había tenido la intención de proteger a Hemoria. Simplemente encontró a Hemoria vagando por los callejones de Hauria y la llevó con él de vuelta al palacio.


Sin embargo, esto fue suficiente para evitar que Amelia matara a Hemoria. Esto se debió a que Amelia tomó el acto del espectro de recoger a Hemoria en su camino de regreso como una señal de que había tomado a Hemoria como su posesión. Amelia no quería ser castigada por meterse con Hemoria sin permiso, así que reprimió la ira que hervía en su interior y se limitó a tratar de ignorar a Hemoria.


Pero quién lo iba a decir…


Amelia nunca hubiera imaginado que se encontraría con Hemoria en esas circunstancias.


Amelia recordó cómo había conocido a Hemoria mientras ésta se retorcía indefensa en un pozo bajo tierra. Una fosa llena de cadáveres de sus compañeros paladines e inquisidores. En esas profundidades, Hemoria, a la que le habían rebanado todos los miembros, se había retorcido como un insecto mientras bebía la sangre de sus antiguos camaradas, logrando a duras penas aferrarse a la vida.


Ahora sus posiciones estaban completamente invertidas. Amelia había perdido sus miembros y ahora se arrastraba por el suelo como un insecto.


— Grrk. — el sonido del rechinar de dientes surgió una vez más de detrás de aquella máscara metálica.


Amelia detestaba esas máscaras. Le quitaba las máscaras a Hemoria y le ataba una mordaza alrededor de la boca en su lugar, pero cada vez que sucedía, Hemoria simplemente encontraba una placa de metal y la arrugaba con sus propias manos para crear algo similar a su máscara y cubrirse la boca con ella.


Amelia conocía la razón de la obsesión de Hemoria con sus máscaras. Sus inusuales dientes eran la prueba de que Hemoria era una quimera creada mediante la fusión de vampiros y humanos. Hemoria debía de estar acomplejada por sus afilados colmillos desde hacía mucho tiempo.


— He... Hemoria. — dejó escapar Amelia con voz temblorosa.


Amelia no podía perder la esperanza ahora. No cuando... no cuando había llegado tan lejos. No después de que apenas había logrado escapar de ese monstruoso Eugene Lionheart.


¿Realmente iba a terminar siendo mordida hasta la muerte por un perro de mierda como Hemoria?


— Yo... yo me equivoqué. Perdóname. — suplicó Amelia mientras estiraba la mano temblorosa para agarrarse al pie de Hemoria.


Grrk.


Una vez más, el sonido del rechinar de dientes se oyó por encima de ella. Ese sonido. Era un sonido que parecía representar directamente todas las emociones que Hemoria debía estar sintiendo en ese momento.


Jadeando, Amelia se arrastró hacia donde estaba Hemoria.


— Todo, todo es mi culpa. La forma en que te intimidé. Tú... tú también deberías hacerme lo mismo, ¿no? Eso debe ser lo que quieres hacer, ¿no? — La voz de Amelia tartamudeó mientras su rostro se acercaba a los pies de Hemoria.


El zapato de cuero estaba sucio, pero Amelia frotó la cara contra el zapato de Hemoria sin vacilar.


— Igual que yo te hice a ti... t-tú también deberías atormentarme durante mucho tiempo. Así que por favor... por favor... — se interrumpió Amelia, con tono suplicante.


— Grrk. — Hemoria rechinó los dientes una vez más.


Amelia levantó la vista para mirar el rostro de Hemoria, pero su expresión era ilegible porque la mitad de su cara estaba cubierta por la máscara de metal.


Dicho esto, tampoco había forma de saber cuál era el estado de ánimo de Hemoria por su voz. Desde que se había adelantado para bloquear el paso de Amelia, el único sonido que había emitido Hemoria era el “grrk” del rechinar de sus dientes.


Pero parecía que Hemoria no tenía miedo de mostrar sus sentimientos a través de la acción directa.


¡Bam!


El zapato de Hemoria le dio una patada en la cara a Amelia.


— ¡Kyaaah...! — dejando escapar un pequeño grito de sorpresa, Amelia rodó rápidamente por el suelo.


Su cuerpo se había aligerado después de que le cortaran las dos piernas y sólo le quedaba un brazo, así que quizá por eso pudo rodar tanta distancia. Amelia apenas logró detener su rodada. Intentó arrastrarse hacia Hemoria una vez más, pero la escena que se desarrollaba frente a ella la hizo detenerse inconscientemente.


Hemoria se había agachado y se estaba desatando los cordones de los zapatos. Su máscara de metal sólo cubría la mitad inferior de su rostro, haciendo claramente visible la forma en que los ojos de Hemoria se curvaban en las esquinas en una sonrisa. Desató el nudo apretado, deslizó el pulgar por detrás del talón del pie y se quitó el zapato.


Thud.


Después de quitarse el calcetín y tirarlo también al suelo, Hemoria se levantó.


El pie descalzo de Hemoria descansaba ahora sobre su zapato desechado. Esto sólo podía significar una cosa.


El cuerpo de Amelia empezó a temblar de rabia. Sin embargo, no había forma de que Amelia mostrara resistencia.


Grrk, grrgrrk.


Para los oídos de Amelia, el ruido de aquellos dientes rechinando sonaba como la risa de Hemoria.


Arrastrándose trabajosamente, Amelia enganchó el brazo que le quedaba alrededor del tobillo de Hemoria. Luego, tras bajar lentamente la cabeza, sus labios tocaron la parte superior del pie de Hemoria.


Sólo entonces Hemoria dijo algo, — Amelia. —


Sobresaltada, Amelia levantó la cabeza.


Click.


Hemoria se quitó la máscara. Sus labios se curvaron en una sonrisa brillante. Unos afilados colmillos brillaban entre sus labios entreabiertos.


— Tienes que lamerlo. — susurró Hemoria con la misma sonrisa brillante.


Amelia abrió inmediatamente la boca y sacó la lengua. Si era por seguir viva, haría ese tipo de actos tantas veces como Hemoria considerara necesario. Aunque recibiera una orden aún más cruel, Amelia obedecería sin dudarlo.


Así es. Si era por el bien de seguir con vida; siempre y cuando pudiera evitar morir.


— No te preocupes – grk. — dijo Hemoria mientras rechinaba los dientes. — No voy a matarte. Porque también tengo un montón de trucos que quiero enseñarte. —


Hemoria soltó una carcajada al ver a Amelia lamiéndole cuidadosamente los dedos de los pies.


Pero esto era suficiente por ahora. Hemoria apartó la cara de Amelia con el pie mientras miraba al cielo.


Las fuerzas del Ejército de Liberación que habían superado los muros de la ciudad se acercaban lentamente. Aunque un ejército abrumadoramente numeroso de no muertos les impedía avanzar, el único propósito real que podían cumplir los no muertos era el de escudos de carne. Sin embargo, los vasallos de Destrucción que acechaban entre todos los no muertos aún podrían lanzar contraataques bastante efectivos contra el Ejército de Liberación.


Aunque, incluso ellos no durarían tanto. Esto se debía a que los comandantes que lideraban cada una de las unidades del Ejército de Liberación eran demasiado fuertes. No se podía evitar. La mayoría de esos comandantes eran caballeros cuyos nombres podrían figurar entre los mejores de todo el continente.


— Si te quedas aquí, el enemigo te matará. — afirmó Hemoria con certeza. — Confío en poder escapar, pero ¿y tú? —


— P-por favor… sálvame. — suplicó Amelia.


— Bien, te salvaré. — aceptó Hemoria con una risita mientras levantaba a Amelia y se echaba a la nigromante al hombro.


Luego, sin detenerse, se puso en movimiento. Hemoria no voló hacia el cielo ni saltó por los tejados. Había un dragón volando alto en el cielo, y el cielo también estaba lleno de escuadrones voladores formados por wyverns, pegasi y grifos.


En su lugar, Hemoria corrió entre los edificios. Evitó tomar los caminos más anchos. Actualmente, los cielos ya no estaban tan oscuros como antes. Un dragón envuelto en luz había sustituido al sol, que había quedado oculto por el poder oscuro. Sin embargo, cuanto más brillante era la luz, más oscuras eran las sombras.


Las sombras se convirtieron en un camino para los viajes de Hemoria. Saltar de sombra en sombra era, de hecho, una habilidad característica de los vampiros de alto rango. Hemoria era capaz de utilizar esta habilidad con facilidad, gracias a la sangre que había bebido de Alphiero.


“Alphiero está muerto.” se dio cuenta Hemoria de repente.


Lo sabía porque había absorbido su sangre.


Justo ahora, ese antiguo vampiro que estaba conectado a Hemoria a través de su vínculo de sangre y cuyas órdenes Hemoria se veía obligada a obedecer instintivamente, había muerto. Al darse cuenta de esto, los hombros de Hemoria comenzaron a temblar y estremecerse.


No sintió ninguna pena al enterarse de la muerte de Alphiero. Por el contrario, Hemoria sintió una gran alegría. Los vampiros se regían por su estricta jerarquía. Una vez que un vampiro joven había aceptado la sangre de un vampiro más viejo, sería casi imposible para el vampiro más joven rebelarse contra el vampiro más viejo. Tanto era así que, si Alphiero le hubiera ordenado a Hemoria que se suicidara, ella no habría podido oponer ninguna resistencia significativa y se habría visto obligada a quitarse la vida.


Pero ahora Alphiero estaba muerto. Con su muerte, Hemoria había tomado completamente su libertad en sus propias manos. Ya no había nada que la atara. Era libre.


Hemoria estaba tan contenta por este hecho que estalló en carcajadas, — Aja... ajajaja! —


Amelia seguía sobre su hombro y no entendía por qué Hemoria se reía así de repente. Pero algo así no tenía importancia para Amelia en su situación actual.


“Necesito encontrar una oportunidad para matarla.” se dijo Amelia.


La única mano que le quedaba seguía aferrando con fuerza a Vladmir. Aún no había actuado porque no estaban completamente fuera de peligro.


Amelia apretó con fuerza su bastón, “En cuanto salgamos de Hauria…”


Para entonces, su poder oscuro debería haberse recuperado. ¿Y sus miembros amputados? Mientras su poder oscuro se hubiera recuperado y pudiera volver a usar su magia negra, no serían un problema. Cuando llegara ese momento... Amelia se aseguraría de devolverle su humillación varias veces.


“Perra estúpida.” maldijo Amelia en silencio a Hemoria. “Un perro bárbaro que ni siquiera sabe usar la magia.”


Amelia tuvo suerte de que Hemoria no supiera magia. Si lo hubiera hecho, Hemoria podría haberle puesto una atadura para que Amelia no pudiera usar magia. ¿Podría la ex inquisidora haber bajado la guardia porque Amelia había perdido un brazo y ambas piernas? ¿Hemoria realmente la había tomado por una lisiada? Amelia se mordió el labio inferior, furiosa.


Saltando de sombra en sombra, la velocidad de Hemoria era extremadamente rápida. En poco tiempo, las dos habían conseguido salir de la zona central de la Ciudad de Hauria. A medida que avanzaban, el número de escuadrones que volaban sobre ellos aumentaba gradualmente. El sonido de cosas temblando, gente gritando y explosiones también se acercaba.


Consiguieron atravesar la retaguardia del ejército de no muertos que llenaba las calles. Poco a poco se iban acercando a los muros derrumbados de la ciudad. A cada paso que daban, el corazón de Amelia latía nervioso.


Hasta el momento, no les había pasado nada. Ni siquiera el monstruoso Eugene Lionheart les había perseguido. ¿Podría Alphiero haber conseguido retener a Eugene hasta ahora? ¿O tal vez ese monstruo había renunciado a perseguirla y había decidido dirigirse al palacio?


“Sólo un poco más.” se animó Amelia.


Habían tenido cuidado de evitar los escuadrones que volaban en el cielo para que nadie se abalanzara sobre ellos. Tampoco se toparon con caballeros ni magos.


Amelia dio gracias a su buena suerte. Sólo un poco más. Si lograban avanzar un poco más, podrían escapar de la ciudad.


¿Cuánto de su poder oscuro habría recuperado para entonces? Aún quedaban algunas brasas en el cuerpo de Amelia, que cortaban el flujo de poder oscuro. Sin embargo, mientras pasara un poco más de tiempo, las brasas restantes pronto se extinguirían por completo. De hecho, si Amelia tuviera que forzarse a hacerlo, podría usar un hechizo ahora mismo.


“Pero no debería.” pensó Amelia con pesar.


Si intentaba forzarse a usar la magia, podría tener secuelas. Así que Amelia decidió no precipitarse. Sólo un poco más, sólo un poco más…


Hemoria, que había ido de callejón en callejón, saltó de repente por los aires.


— ¿...? — Los ojos de Amelia se abrieron de par en par, conmocionada, al no poder comprender la razón de las acciones de Hemoria.


Al instante siguiente, Hemoria había saltado a la azotea del edificio y, en lugar de seguir moviéndose con cautela como hasta ahora, comenzó a saltar de azotea en azotea.


— ¿Qu-qué estás haciendo? — protestó Amelia.


¡Slap!


La mano de Hemoria se cerró sobre la boca de Amelia.


Cuando Amelia empezó a retorcer el cuerpo en pánico, oyó que Hemoria le susurraba al oído, — Quédate callada. ¿Qué vas a hacer si nos atrapan por tu culpa? —


— ¡Mmph...! — Amelia trató de murmurar a través de la mano de Hemoria.


— No te preocupes. Ya he pensado en todo. Puede que una idiota como tú no sea capaz de darse cuenta, pero no puedo seguir corriendo por el suelo de abajo. ¿De verdad crees que sería capaz de engañar los sentidos de un caballero desde tan cerca? — le recordó Hemoria en tono malhumorado.


Amelia se quedó quieta y, con cuidado, volvió los ojos para mirar las calles de abajo desde el edificio.


Podía ver al ejército de no muertos enfrentándose a los caballeros a lo largo de una amplia calle. El estandarte de Lionheart ondeaba al viento. Montado en un enorme corcel negro, el Patriarca del Clan Lionheart estaba al frente de la batalla, rociando llamas y blandiendo su espada, mientras los Caballeros del León Blanco le seguían por detrás.


No eran sólo los Lionheart. También estaban los Caballeros de la Marea Violenta de Shimuin, los Colmillos Blancos de Ruhr y los Caballeros de la Cruz de Sangre de Yuras. Además de estas órdenes de caballeros, había otras unidades que ondeaban sus estandartes mientras se abrían paso entre el ejército de no muertos.


— En realidad es más seguro aquí arriba. — susurró Hemoria, haciendo que Amelia asintiera tragando saliva.


Y, de hecho, los caballeros que avanzaban realmente no prestaron ninguna atención a Hemoria mientras saltaba por los tejados.


Los muros de la ciudad se acercaban lentamente.


A medida que se acercaban a su huida, la velocidad de Hemoria disminuía ligeramente. La boca de Amelia seguía cubierta por la mano de Hemoria, por lo que sólo podía mirar de reojo al rostro de Hemoria para comunicarle su impaciencia.


— Aquí está ella. — murmuró de repente Hemoria mientras sus pasos se detenían.


Hemoria dejó de taparle la boca a Amelia. En cambio, la levantó suavemente como si estuviera alzando a un recién nacido, y luego bajó a Amelia al suelo.


— ¿Qu-qué? — preguntó Amelia tartamudeando.


En lugar de responder, Hemoria se limitó a sonreírle.


Y entonces…


La luz centelleó mientras una galaxia llena de incontables estrellas aparecía de repente en el mismo tejado. Todas las estrellas de aquella galaxia orbitaban alrededor de una única maga.


Los pensamientos de Amelia se detuvieron en seco.


La abrumadora presencia que ahora había aparecido ante sus ojos parecía hacer palidecer cualquier factor del carácter de Amelia Merwin como maga.


— Buen trabajo. — dijo la recién llegada.


Era Sienna Merdein. Sus ojos brillaban como joyas. Pero todo ese brillo no podía ocultar una mirada fría como el hielo. Sienna ladeó la cabeza y miró a Amelia.


Frente a Sienna, ni siquiera Hemoria pudo mantener la cabeza erguida. La ex inquisidora se arrodilló de inmediato e inclinó la cabeza.


Hemoria tragó saliva antes de hablar con cautela, — Tu promesa… —


Sienna levantó un dedo y señaló detrás de ella, — No hay nada que quiera de ti. La única que me importa es esta maldita perra de mago negro. —


Hemoria esperó en silencio.


Sienna continuó hablando, — A cambio de que me traigas a esta perra, todos los magos apostados en la retaguardia han recibido órdenes de no atacarte. —


— Muchas gracias. — suspiró Hemoria aliviada.


Hemoria se había encontrado con Amelia por accidente. Mientras cargaba a Amelia y escapaba de la ciudad, Hemoria había enviado a su familiar, un murciélago, a entregarle un mensaje.


Gracias a su contacto previo en Aroth, su murciélago había podido acercarse a Sienna.


La oferta de Hemoria había sido simple.


Traeré a Amelia Merwin directamente a ti. A cambio, por favor, perdóname la vida.


— Ve. — ordenó Sienna.


Como acababa de decir, Sienna no tenía ningún interés en Hemoria. Ni siquiera le interesaba saber el nombre de Hemoria, y mucho menos por qué podría haber traicionado a Amelia.


— Muchas gracias. — dijo Hemoria una vez más mientras se ponía de pie.


Amelia, que estaba tendida en el suelo, se aferró al tobillo de Hemoria, — ¡T-tú! ¿Te atreves... a traicionarme? ¡A mí! —


— Idiota. — se burló Hemoria. Antes de volver a ponerse la máscara, Hemoria miró a Amelia y le dedicó una sonrisa brillante, — Después de haber sido torturada por una perra como tú, cualquiera en mi posición habría optado por traicionarte. —


La máscara volvió a colocarse, ocultando la sonrisa de Hemoria.


Grrk.


Tras rechinar los dientes de placer una vez más, Hemoria empezó a correr.


Pronto, Hemoria había acelerado en la distancia.


Al ver que su único medio de escapar de la ciudad se alejaba cada vez más, Amelia soltó un grito y se aferró a Vladmir.


No, no podía ser. Todavía tenía que haber una salida. Su poder oscuro se había recuperado hasta cierto punto, lo que significaba que podía usar algo de magia negra. Mientras pudiera escapar de aquí...


— Tú. — Sienna frunció el ceño. — ¿De verdad intentas usar magia delante de mí? —


La fórmula del hechizo que Amelia había intentado construir desesperadamente se desintegró. Era absurdo lo sencillo que Sienna hacía parecer aquel acto.


— ¡Aaaaargh! — gritó Amelia mientras su cuerpo se retorcía de desesperación.


Al oírla gritar, Sienna extendió el bastón, — Por todos los crímenes que has cometido contra mí… —


Amelia intentó disculparse, — ¡Me, me equivoqué! Lo siento... ¡por todo lo que he hecho! ¡Así que por favor…! —


Sienna ignoró sus súplicas y prosiguió, — ...sería una pérdida de tiempo enumerarlas una por una y, además, resulta que estoy muy ocupada en este momento. —


— ¡Por favor! — suplicó Amelia patéticamente.


— Como tal, te permitiré que te des cuenta de tus pecados y te arrepientas de ellos por ti misma. — declaró finalmente Sienna.


Los deseos de Eugene también habían sido transmitidos a Sienna.


Quería que Amelia tuviera una muerte tan fea como fuera posible. Lo más dolorosamente posible. Luchando por la más mínima esperanza de sobrevivir, desesperada en sus últimos momentos, aun suplicando que la perdonaran a pesar de experimentar tal dolor que sería mejor morir.


Acercándose lentamente a Amelia, Sienna colocó un extremo de Escarcha sobre la cabeza de Amelia.


Mientras luchaba por evitar el bastón, Amelia se agarró al tobillo de Sienna y gritó, — ¡Perdona...! —


¡Boom!


Escarcha irradió luz mientras la cabeza de Amelia se abría en dos. La luz desapareció de los ojos de Amelia.


Sienna no la había matado.


Sin embargo, la conciencia de Amelia quedaría atrapada durante eones en el momento de su muerte. Experimentaría todo tipo de muerte y tortura que el mundo pudiera imaginar.


Aun así, su cuerpo seguiría vivo y su mente no podría derrumbarse. En ese estado, Amelia sentiría cada segundo como una eternidad.


— Probablemente preferirías estar muerta. — comentó Sienna.


La cabeza abierta de Amelia volvió a sellarse.

Capítulo 477: Hauria (12)

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